Editorial
SER PEDIATRA HOY Nos afectan veloces y profundos cambios en el ejercicio profesional. Muchos de ellos interfieren en la relación médico paciente y afectan la dignidad del trabajo médico, trastocando así los fundamentos mismos de la medicina entendida como el enfoque solidario de la salud de una comunidad. Vivimos tiempos difíciles. Pesan aún sobre nuestras conciencias y nuestras espaldas los vergonzosos índices de mortalidad que asolan vastas regiones de nuestro país. Al mismo tiempo existen nuevos y poderosos recursos conceptuales y tecnológicos para el cuidado y reparación de la salud, pero frecuentemente no llegan a quienes más lo necesitan. Nos encontramos así transitando un camino que incrementa la inequidad en el sistema de salud. El endiosamiento de la tecnología y la revolución en las comunicaciones, con el proceso de globalización que trae aparejado, empuja frecuentemente a nuestros pacientes y a nosotros mismos a vivir en una realidad virtual en la que se dificulta la conexión con los afectos y los valores, esenciales para la construcción de un proyecto de vida saludable. Esa revolución implica grandes riesgos, pero es al mismo tiempo una poderosa fuente de recursos para enfrentarlos cuando se la carga de valores solidarios. Los pediatras podemos dar fe de la fuerza y la vigencia de esos valores en la base de nuestra comunidad, por acompañar a las familias que superando adversidades apuestan a la vida en la crianza de sus hijos. En el actual contexto de promoción del individualismo y el consumo, la calidad de nuestro futuro va a depender cada vez más de nuestra capacidad como comunidad de hacer prevalecer esos valores solidarios. La fuerza actual del mercado unida al alejamiento del Estado de su responsabilidad de custodio del bien común afecta profundamente el campo de acción de la medicina y sus principios éticos. Una sociedad organizada sobre bases solidarias definiría primero que organización responde mejor a las necesidades de su población y luego planearía y buscaría su financiamiento. Lo que está ocurriendo es lo opuesto. Esa organización esta surgiendo de la tremenda presión del mercado salvaje a través de un gerenciamiento médico que frecuentemente se aleja de su objetivo de poner racionalidad en la compleja tarea de financiamiento de la salud y se pone al servicio de la renta de los que invierten en este nuevo segmento del mercado que es la salud de la gente. Otro hecho importante es el deslizamiento hacia el ejercicio de una “medicina defensiva” ante el incremento de los juicios de mala praxis, por desarrollarseéstos en un contexto de “lucro con el error médico” mas que en el de prevención y reparación de los daños que por error puede provocar la medicina, al igual que toda actividad humana. Ocurre así que las condiciones y por ende la calidad de nuestro encuentro con los pacientes, está en buena parte regulada más por criterios economicistas que por aquellos que derivan de los objetivos de la profesión ligados a las necesidades de la comunidad. Sin encuentro con nuestros pacientes no hay medicina, por lo menos la que llamamos medicina a escala humana, pues sin ese encuentro, en el que se comparten problemas y proyectos del paciente y su familia, es muy difícil la ayuda para la construcción de la salud. Lo que está en juego en esta crisis es la salud de la comunidad, y en lo que concierne a sus médicos, está en juego el destino de una vocación muy difícil de sostener en un clima de deterioro de la dignidad del profesional y de recorte de su esperanza. Felizmente surge con creciente fuerza en la comunidad pediátrica la pregunta: “qué podemos hacer para impedir ese deterioro?”. Muchas de las respuestas corresponden al campo de nuestras responsabilidades cívicas. Pero es mucho lo que podemos y debemos hacer en el campo profesional. Recordemos que la reflexión sobre la propia tarea, individual y de equipo, intra e interdisciplinaria es el fundamento de todo proceso de educación continua. Debemos seguir trabajando intensamente en este campo, promoviendo el desarrollo de estrategias adecuadas a las nuevas realidades, derivadas tanto del progreso científico como de las nuevas modalidades del ejercicio profesional. Pero esto solo no alcanza. Resulta frustrante e injusto percibir que un deterioro creciente de las condiciones del ejercicio profesional dificulta y a veces impide lograr que el recurso acumulado por ese perfeccionamiento de programas y profesionales sea llevado efectivamente a la práctica. Para enfrentar este problema es esencial un fuerte compromiso en la defensa de la mejoría de las condiciones del ejercicio profesional. Pero ocurre que la comunidad pediátrica, que cuenta con grandes recursos y experiencias en el campo de la educación médica y de la defensa de la causa de la infancia, no dispone del mismo nivel de experiencia y programas al servicio de este nuevo desafío. No obstante tenemos un enorme capital, la unidad de la pediatría argentina en su sociedad científica. Capital a cuidar de las fuerzas tendientes a fragmentar, en cada vez más pequeñas unidades de poder, a las asociaciones de personas organizadas al servicio de programas solidarios. Nuestra Sociedad cuenta con una Subcomisión de Asuntos Profesionales, cuya fuerza y vitalidad depende del compromiso personal en este tema del conjunto de los pediatras. Es sólo con este compromiso que es posible incrementar nuestra inteligencia societaria para enfrentar estos temas, asociándonos en esta empresa con el resto de la comunidad médica, con la que compartimos la esencia del problema y la responsabilidad de convocar al conjunto de la sociedad argentina al análisis y elección de alternativas para enfrentar esta crisis en la que se juega la calidad de medicina a la que tendrá acceso. También se juega en ello la posibilidad de que las futuras generaciones de médicos, puedan vivir dignamente de su profesión y disfrutar del enriquecimiento espiritual que deriva de realizar su vocación dentro de un proyecto solidario.
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