Toda operación moviliza tanto en el paciente como en su entorno familiar una serie de conductas, sentimientos y fantasías que alteran su vida y la de quienes lo acompañan.
Cuando el paciente es un niño, se genera una situación que produce cambios en toda la familia, ya que impone necesariamente la modificación de sus hábitos: desde los procedimientos prequirúrgicos (extracción de sangre, electrocardiograma, etc.) hasta la internación que implica para el niño un alejamiento del hogar, sus juguetes, su cama, el jardín o el colegio. Tendrá que pasar por una cirugía, permanecer en un medio diferente y compartir su tiempo con gente extraña, olores distintos, llantos y protestas. Todo eso desencadena preguntas, dudas, ansiedades, angustias, desconfianza y esperanza.
El niño y su familia son protagonistas de esta situación difícil de atravesar, de esta momentánea desorganización familia. Si bien los padres cuentan con recursos adecuados para manejar esta situación, el hecho de estar afectados emocionalmente les dificulta o impide muchas veces brindar la ayuda que su hijo necesita.
La presencia de un profesional especializado posibilita que el proceso quirúrgico transcurra de la mejor manera posible.
La
Psicoprofilaxis Quirúrgica es la especialidad de la Psicología Clínica que se ocupa del niño que va a operarse y su familia. Esto implica un abordaje específico que se realiza en un tiempo breve (alrededor de seis entrevistas) que abarca el antes, durante y después de la intervención, focalizando e integrando la asistencia del niño y sus vínculos significativos.
La preparación se asienta en dos instancias: brindar y esclarecer la información pertinente y facilitar la elaboración del potencial estrés, producido por la indicación de la cirugía para que la misma no quede fijada como una vivencia traumática. El objetivo es que el niño y sus padres puedan anticipar los pasos de la intervención, colaborando y expresando los sentimientos y emociones puestos en juego.
Se trata de incluir los miedos y angustias, no negarlos ni reprimirlos, para que tanto el paciente como su familia puedan tomar consciencia de todo aquello que sienten, les sucede y sucederá. El contar con tal asistencia psicológica podría facilitar un mejor proceso post-operatorio, evitándole al niño trastornos posteriores como pesadillas nocturnas, insomnio, angustia ante situaciones de separación de los padres, trastornos de la alimentación, etc.; posibles secuelas de una cirugía vivida inadecuadamente.
¿Y cómo se accede a dicha preparación?
Generalmente el niño es derivado al psicólogo por el cirujano o el pediatra. Otras veces son los padres quienes solicitan tal atención, pudiendo asistirse a los pacientes a partir de los dos años de edad. Previo a dicha edad es útil asistir a los padres.
En general la expectativa de los papás ante la preparación es que sus hijos “no tengan miedo”, pero el miedo está presente y es importante que se lo pueda reconocer como tal para manejarlo.
Los temores más habituales de los padres están relacionados con los riesgos de la anestesia y con los resultados de la cirugía. En los niños los miedos se expresan de acuerdo a su edad y a la significación que la operación tiene para ellos. Los más pequeños temen separarse de sus padres, los más grandes suelen asustarse ante el posible dolor ó ante el temor a la anestesia. Estos y otros miedos se esclarecen en las entrevistas con el fin que el paciente pueda utilizar sus mejores recursos para afrontar la cirugía.
Un niño adecuadamente preparado:
- Podrá colaborar con el equipo médico, teniendo una actitud más participativa, lo que no excluye lágrimas o protestas.
- Tendrá una mejor recuperación post-quirúrgica.
- Estará menos expuesto a la aparición de secuelas psicológicas.
- Se reintegrará con mayor facilidad a sus actividades habituales.
- Podrá elaborar lo vivido habiendo crecido en esta experiencia.
- Podrá desarrollar una mayor confianza en los médicos y en sus padres.
- Podrá hacerse cargo progresivamente del cuidado de su cuerpo.
Grupo de trabajo evaluación y preparación quirúrgica