Editorial
Lo
normal y lo patológico- Patologías del vacío
Estamos ya al final del siglo y del milenio con diversas sensaciones
de intranquilidad e inseguridad.
También, al aproximarse el año mil las procesiones
de penitentes se preparaban para un anunciado fin del mundo,
a nosotros llegando al año dos mil nos pronostican
el fin de la historia y de las utopías.
Como dice Baudrillard, estamos viviendo el día después
de la orgía del modernismo.
En la medicina también, hemos vivido una ciencia sin
límites y de asombros. Los grandes descubrimientos,
el corrimiento de la edad promedio de expectativa de vida,
los fármacos, los antibióticos, los instrumentos
que revelan lo antes desconocido. Paradojalmente conviviendo
con más grupos de excluidos asistencialmente. Los avances
nos trajeron la falsa sensación de casi inmortalidad
pero con muertes solitarias en las terapias intensivas, a
este hombre omnipotente le cuesta aceptar la enfermedad, el
dolor y el tiempo de espera para la evolución.
Cuando pareciera que estábamos en vistas del conocimiento
total, el límite vuelve a correrse y comenzamos a ver
la historia por detrás. Nos enfrentamos con la relatividad
permanente del conocimiento científico. Las bibliotecas
están colmadas de publicaciones abandonadas, que ayer
eran verdades.
Todo esto nos crea una permanente incomodidad existencial.
Este fin de milenio nos presentan nuevas patologías.
La drogadicción con la abierta discusión sobre
su despenalización y eventual libertad de elección;
la de la pobreza humillante, que no deja lugar a la esperanza;
la de los niños de la calle. La de la violencia familiar,
de los estados y también por qué no de la violencia
de la medicina. La de una atención médica para
pobres y otra para pudientes, en este sentido observo una
progresiva democratización hacia debajo de la asistencia
pues ésta se ha resentido en todos los niveles.
Cuando los que trabajamos en salud hablamos de patologías,
estamos acostumbrados a hablar de las patologías de
los otros. El problema aparece cuando los otros somos nosotros.
Y a nosotros los médicos, ¿qué nos pasa?
Estamos absortos y paralizados ante los cambios ocurridos
en la última década. Hemos visto y sufrido un
ataque a la esencia de nuestra función, la relación
médico- paciente.
Consideramos a la relación médico-paciente la
base fundamental del camino de la curación.
La consulta médica, y especialmente la pediátrica,
es un momento cargado de significación. Es un momento
que debe ser activo y que se vuelve inquietante. Activo pues
es singular, no repetitivo ni mecánico y difícilmente
normatizable, hay que estar allí, e inquietante pues
estando uno no puede dejar de sentir, exponiéndose
a sí mismo y con su propia historia, comprendiendo
el sentido real de la consulta. No existe curación
si no se logra una verdadera comunión.
Debe crear un espacio donde las palabras dichas no sean totalmente
indispensables, pero sí las escuchadas.
Quisiera resaltar el acto de revisar, momento donde tocamos
a nuestros pacientes. El tocar y el ser tocado crea otro compromiso,
sobre todo cuando la mano que palpa, además de indagar,
acaricia y contiene.
En nuestros sentidos tenemos la referencia de la historia
corporal y emocional de cada niño. Para todo esto se
necesita tiempo y continuidad de atención, ir creando
una trama de alianzas y confianza.
Todo eso era lo que pensábamos cuando elegimos ser
médicos, pero las reglas fueron cambiadas.
¿Con estos cambios, quiénes se han beneficiado?
¿Los médicos, los pacientes? Me pregunto por
qué hemos aceptado esta situación que no nos
satisface. O esto nos trae alguna satisfacción de algún
deseo oculto que desconocemos.
Puede ser que el concepto teórico de la medicina esté
por un lado y los médicos por otro.
¿Cómo encontrar en los cambios impuestos otra
racionalización que no sea la meramente económica
y mercantil?
Será como dice Foucault, que hemos sido invadidos por
un pensamiento ocioso, dejando que los demás piensen
por nosotros.
Creo que hemos tomado una actitud fatalista y de aceptación
de las reglas del juego.
Me llama la atención la falta de oposición.
Es allí donde quiero retomar el concepto de lo patológico.
Lo patológico se lo define en relación a lo
normal y la normalidad desde siempre es establecida desde
el poder. ¿Qué es lo normal?
Para gobernar a los distintos, se los intenta igualar y normatizar,
a nosotros se nos auditoriza.
Lo distinto es patológico.
La idea de normalidad va cambiando a través del tiempo,
con el respectivo corrimiento de lo patológico.
¿Qué es entonces la medicina? Somos los médicos,
los pacientes, la tecnología o la lógica de
mercado. ¿Esto será lo normal?
Pero no es casual. Einstein decía: "Dios no juega
a los dados", no es el azar y nos dicen en los tiempos
que corren es razonable y natural. Esto es naturalizar lo
desnaturalizado.
Siguiendo a Goya podemos decir que a veces la razón
y lo razonable crea monstruos.
Creo que debemos comprender lo que nos pasa y entrar en tiempo
de resistencia, comenzar a remar contra la corriente usando
la técnica de la insistencia, no claudicar la posibilidad
de pensar y no dicotomizar los sentimientos. Mantener un discurso
crítico permanente.
Nuestros pacientes nos necesitan y nosotros a ellos.
Nosotros los pediatras, como médicos de cabecera de
las dos primeras décadas de la vida sabemos la significación
que tenemos para nuestros pacientes. Para ellos es difícil
o tal vez imposible hacer una transferencia adecuada solamente
con una institución, una organización de salud
o la tecnología.
Los pediatras estamos presentes desde que se establece el
vínculo temprano, acompañamos a la familia durante
su desarrollo y crisis, enfrentamos los temores de la enfermedad,
compartimos las inseguridades de la adolescencia y la juventud.
Es la familia la que facilita este vínculo entre el
pediatra y el niño en relación a su propia cultura
y posibilidad de elección.
Quisiera mostrar cómo los chicos pueden explicitar
el agradecimiento, el cuidado de la salud y, conectándolo
con la vida, el miedo a la enfermedad.
No debemos paralizarnos ante este relativo y publicitado caos
desde siempre el hombre ha tenido que dominar al caos del
que está hecho (Nietzche).
Se abre un mundo nuevo, pongamos nuevas esperanzas, con nuevas
formas de actuar.
Imaginemos nuevamente.
No dejemos un espacio vacío.
Emilio C. Boggiano.
Comité
Nacional de Pediatría Ambulatoria
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