Cada 1° de diciembre se conmemora el día mundial del SIDA.
Este año, con el lema de “Igualdad ya”, se impulsa a tratar las desigualdades y ayudar a poner fin al SIDA. Desde el punto de vista pediátrico, la problemática es muy compleja.
En la infancia, la transmisión vertical es la forma predominante de adquisición del virus, los niños, niñas y adolescentes en muchos casos, pertenecen a grupos familiares reestructurados a partir de la pérdida de alguno de sus integrantes a causa de la misma enfermedad que ellos padecen, lo que impacta en su identidad y en la concepción de la propia enfermedad.
Tienen una enfermedad estigmatizante, que sigue caracterizándose por la discriminación, y a veces el aislamiento y el ocultamiento de la enfermedad. Toda esta problemática social lleva a un cumplimiento irregular de la consulta programada afectando el tratamiento, con aumento de la morbilidad.
Según la Organización Panamericana de la Salud, se estima que el 23% de las personas con VIH en América Latina y el Caribe desconocen su infección, y aproximadamente un tercio se diagnostica tardíamente, con inmunodeficiencia avanzada. El aumento en el número de niños y niñas con la infección diagnosticados durante la adolescencia, particularmente en el grupo de 15 a 19 años alerta sobre la necesidad de fortalecer la vigilancia para monitorear la evolución de esta tendencia.
Los actores involucrados en el cuidado de la salud de estos niños debemos optimizar la atención integral de las familias viviendo con VIH y promover el derecho a la vida sin ningún tipo de discriminación. Acompañar a la familia en el proceso de develamiento del diagnóstico, favoreciendo la comunicación y el vínculo.
De esta forma lograr una mejor adherencia al tratamiento y calidad de vida.
Por otra parte, es fundamental contribuir a que los adolescentes puedan apropiarse de un proyecto de vida y asumir una sexualidad responsable, acompañándolos en el proceso de transición hacia la vida adulta